Hace unos días estuve leyendo en la revista People sobre la vida de Audrey Hepburn antes de ser actriz. En la página, su hijo revela que la causa de su físico tan delgado estribaba en la extrema malnutrición que la actriz padeció durante la guerra.
«La razón de su delgadez se debía a que desde que tenía 9 años hasta los 16, durante la Segunda Guerra Mundial, su malnutrición era extrema», cuenta su hijo más pequeño, Luca Dotti, quien ha escrito una nueva biografía sobre su madre, Audrey en Casa. «Cuando más necesitaba tener una buena nutrición era precisamente cuando no había nada que comer.»
«Cuando los Nazis bloquearon Holanda en 1944, esa época fue llamada el Invierno del Hambre y mi madre no tenía suficiente para comer», comenta. «Casi al punto de que se cuerpo se hizo defectuoso.»
Al final de la guerra, Hepburn, que medía casi 171 cm, tan sólo pesaba 40 kilos. La actriz describió más tarde aquellos años: «Comíamos ortigas y tratábamos también de hervir hierbajos, además de tulipanes, pero realmente yo no podía con ello.»
Una de las pocas cosas que podían comer durante la guerra eran endivias. «Durante mucho tiempo eso era lo único que hubo», escribe Luca. «Solía decir, «Gracias a Dios al menos tenemos esto», pero entonces imitaba a Scarlett O´Hara en Lo que el Viento se Llevó, diciendo, «A Dios pongo por testigo que nunca jamás volveré a comer de esto en mi vida».
A veces la madre de Hepburn le decía que bebiese agua para sentirse saciada. Y cuando se sentía muy débil para levantarse, escribe que «Se pasaba días enteros en la cama con un libro, esperando así sacar de su mente los deseos obsesivos por comer».
«Sufría de asma, ictericia y otras enfermedades causadas por la malnutrición», escribe su hijo, «incluyendo anema perniciosa y una clase peligrosa de edema que Mamá explicaba como sigue: «Comienza en los pies, y cuando alcanza tu corazón, te mueres. En mi caso me había llegado a los tobillos cuando fuimos liberados.»
Una vez, hacia el fin de la guerra, un soldado holandés le dio siete barras de dulces, las cuales se comió inmediatamente con leche condensada que les habían dado las Naciones Unidas, e inmediatamente se puso enferma. «Las fuerzas de liberación vinieron con toda clase de cosas, cigarrillos y chocolate, y mi madre no había comido durante meses», recalca Luca. «Se lo comió pero su estómago no estaba preparado. Era muy pequeño. No podía tragar. Su estómago había estado vacío mucho tiempo.»
A lo largo de toda su vida, Hepburn llevó el dolor de la guerra y todo cuanto había visto durante la misma. «Para ella, el sabor del chocolate estaba conectado con la liberación», dice su hijo. «Se convirtió en el auténtico sabor de la libertad.»
Fotografía: Bob Willoughby Hepburn Photographs 1953-1966
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